Este equipo comprobará, de una vez por todas, si hay pasadizos secretos bajo el icono más importante para los morelianos, su Catedral.
Investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM, encabezados por el doctor René Chávez Segura, viajaron a la capital michoacana para determinar si hay túneles o galerías subterráneas en la catedral de Morelia, que se conectan entre sí y desembocan en los lugares más insospechados.
Este equipo, podrá determinar, de una vez por todas, si hay pasadizos secretos bajo el icono más importante para los morelianos, como es su Catedral.
Desde hace mucho tiempo atrás se ha contado que durante la Colonia (1521-1821), los miembros del clero solían utilizar estos pasadizos como salidas o escapes, para almacenar alimentos y guardar objetos de valor, o simplemente como accesos secretos a otros edificios.
En realidad nadie sabe a ciencia cierta si estos lugares existieron o no. Se trata de una leyenda que ha corrido de boca en boca durante generaciones y que, finalmente, será refutada o confirmada por este grupo de “cazadores profesionales de túneles y fracturas”.
Ellos, desde hace más de 15 años, se dedican a detectar oquedades bajo tierra, con el único fin de evaluar zonas de riesgo, sobre todo en áreas urbanas.
“Ya habíamos estado en Morelia, en 2006, realizando una exploración con georadar, pero los resultados no fueron tan concluyentes como esperábamos”, precisó.
“Por eso, cuando nos ofrecieron regresar tres años después, y sabiendo que en esta ocasión contábamos con una tecnología mucho más avanzada y también con más experiencia, aceptamos la encomienda”, comentó Chávez Segura.
Fue en los años 70, del siglo pasado, cuando las historias sobre los túneles dieron visos de ser verdad, pues cuando se realizaban trabajos en la antigua iglesia del Carmen, se descubrió por accidente una serie de galerías subterráneas que lo demostraron.
Más tarde, en 1998, un diario de Michoacán publicó un anuncio en el que invitaba a todo aquel que hubiera recorrido uno de estos túneles, o que supiera de alguien que lo hubiera hecho, a dar su testimonio; la respuesta fue abrumadora, pues en apenas un par de días, se recibieron casi un centenar de respuestas.
Con base en los datos proporcionados por los lectores, se elaboró un plano con los posibles puntos de entrada y salida de estos pasadizos y, a partir de ahí, se hicieron excavaciones en el segundo patio de la Preparatoria 2, donde se halló un tramo subterráneo que desembocaba en el jardín de la iglesia de San José.
Con estas evidencias, la asociación Morelia Patrimonio de la Humanidad, decidió que era tiempo de desenterrar el pasado de la capital michoacana y poner en claro si alguna vez hubo pasajes secretos debajo del icono más importante del lugar, que es la Catedral, ¿pero cómo hacerlo sin dañar este edificio que, más que un lugar de culto, representa a la ciudad misma?
Chávez Segura y sus compañeros, Andrés Tejero Andrade, Gerardo Cifuentes Nava, Claudia Arango Galván y Esteban Hernández Quintero, han trabajado en los lugares más extraños: en reclusorios de alta seguridad; en colonias donde la tierra se ha tragado más de una casa, e incluso en pequeños lagos que, debido a una grieta, se han quedado sin agua súbitamente; sin embargo, nunca lo habían hecho debajo de una catedral.
La principal complicación era que, por tratarse de un edificio protegido, tanto por el INAH, como por las autoridades locales, resultaba imposible escarbar, hacer perforaciones o alterar en lo más mínimo la estructura del lugar.
La tarea no era fácil, pero los científicos decidieron que lo más adecuado era tomar una “radiografía” del subsuelo y, para lograrlo, se valdrían de tres técnicas: una capacitiva y otra galvánica, para así obtener una imagen bidimensional, y finalmente, una en tercera dimensión que permitiría determinar, finalmente, si en la iglesia hay “secretos enterrados que buscan salir a la luz”.
Desde que se construyó, por 1660, hasta el día de hoy, la catedral ha sufrido muchos cambios, tantos que los científicos debieron cotejar diversos planos y sobreponerlos para entender cuál era el diseño original y determinar dónde hubo muros, cimientos, naves y espacios que antes solían estar ahí, pero que desaparecieron.
Por lo que se realizó una tomografía de resistividad eléctrica, técnica que consiste en dos métodos, uno capacitivo y otro galvánico, para que, a partir de los resultados obtenidos, crear una imagen bidimensional.
Este recurso ha sido clave a la hora de concretar hallazgos tan sorprendentes como el de templos de la antigua Roma ocultos bajo el suelo de iglesias católicas en España.
Al realizar ambas mediciones, lo que obtuvieron los científicos fue una serie de gráficas que, mediante manchones rojos, amarillos y azules, indicaban que en el subsuelo había restos sólidos, saturaciones de agua, criptas y formaciones circulares que podrían indicar la entrada a un túnel, aunque también podrían ser otra cosa.
Ciudad de México
Investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM, encabezados por el doctor René Chávez Segura, viajaron a la capital michoacana para determinar si hay túneles o galerías subterráneas en la catedral de Morelia, que se conectan entre sí y desembocan en los lugares más insospechados.
Este equipo, podrá determinar, de una vez por todas, si hay pasadizos secretos bajo el icono más importante para los morelianos, como es su Catedral.
Desde hace mucho tiempo atrás se ha contado que durante la Colonia (1521-1821), los miembros del clero solían utilizar estos pasadizos como salidas o escapes, para almacenar alimentos y guardar objetos de valor, o simplemente como accesos secretos a otros edificios.
En realidad nadie sabe a ciencia cierta si estos lugares existieron o no. Se trata de una leyenda que ha corrido de boca en boca durante generaciones y que, finalmente, será refutada o confirmada por este grupo de “cazadores profesionales de túneles y fracturas”.
Ellos, desde hace más de 15 años, se dedican a detectar oquedades bajo tierra, con el único fin de evaluar zonas de riesgo, sobre todo en áreas urbanas.
“Ya habíamos estado en Morelia, en 2006, realizando una exploración con georadar, pero los resultados no fueron tan concluyentes como esperábamos”, precisó.
“Por eso, cuando nos ofrecieron regresar tres años después, y sabiendo que en esta ocasión contábamos con una tecnología mucho más avanzada y también con más experiencia, aceptamos la encomienda”, comentó Chávez Segura.
Fue en los años 70, del siglo pasado, cuando las historias sobre los túneles dieron visos de ser verdad, pues cuando se realizaban trabajos en la antigua iglesia del Carmen, se descubrió por accidente una serie de galerías subterráneas que lo demostraron.
Más tarde, en 1998, un diario de Michoacán publicó un anuncio en el que invitaba a todo aquel que hubiera recorrido uno de estos túneles, o que supiera de alguien que lo hubiera hecho, a dar su testimonio; la respuesta fue abrumadora, pues en apenas un par de días, se recibieron casi un centenar de respuestas.
Con base en los datos proporcionados por los lectores, se elaboró un plano con los posibles puntos de entrada y salida de estos pasadizos y, a partir de ahí, se hicieron excavaciones en el segundo patio de la Preparatoria 2, donde se halló un tramo subterráneo que desembocaba en el jardín de la iglesia de San José.
Con estas evidencias, la asociación Morelia Patrimonio de la Humanidad, decidió que era tiempo de desenterrar el pasado de la capital michoacana y poner en claro si alguna vez hubo pasajes secretos debajo del icono más importante del lugar, que es la Catedral, ¿pero cómo hacerlo sin dañar este edificio que, más que un lugar de culto, representa a la ciudad misma?
Chávez Segura y sus compañeros, Andrés Tejero Andrade, Gerardo Cifuentes Nava, Claudia Arango Galván y Esteban Hernández Quintero, han trabajado en los lugares más extraños: en reclusorios de alta seguridad; en colonias donde la tierra se ha tragado más de una casa, e incluso en pequeños lagos que, debido a una grieta, se han quedado sin agua súbitamente; sin embargo, nunca lo habían hecho debajo de una catedral.
La principal complicación era que, por tratarse de un edificio protegido, tanto por el INAH, como por las autoridades locales, resultaba imposible escarbar, hacer perforaciones o alterar en lo más mínimo la estructura del lugar.
La tarea no era fácil, pero los científicos decidieron que lo más adecuado era tomar una “radiografía” del subsuelo y, para lograrlo, se valdrían de tres técnicas: una capacitiva y otra galvánica, para así obtener una imagen bidimensional, y finalmente, una en tercera dimensión que permitiría determinar, finalmente, si en la iglesia hay “secretos enterrados que buscan salir a la luz”.
Desde que se construyó, por 1660, hasta el día de hoy, la catedral ha sufrido muchos cambios, tantos que los científicos debieron cotejar diversos planos y sobreponerlos para entender cuál era el diseño original y determinar dónde hubo muros, cimientos, naves y espacios que antes solían estar ahí, pero que desaparecieron.
Por lo que se realizó una tomografía de resistividad eléctrica, técnica que consiste en dos métodos, uno capacitivo y otro galvánico, para que, a partir de los resultados obtenidos, crear una imagen bidimensional.
Este recurso ha sido clave a la hora de concretar hallazgos tan sorprendentes como el de templos de la antigua Roma ocultos bajo el suelo de iglesias católicas en España.
Al realizar ambas mediciones, lo que obtuvieron los científicos fue una serie de gráficas que, mediante manchones rojos, amarillos y azules, indicaban que en el subsuelo había restos sólidos, saturaciones de agua, criptas y formaciones circulares que podrían indicar la entrada a un túnel, aunque también podrían ser otra cosa.
Ciudad de México
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