En el Año Internacional de la Astronomía, el número más reciente de la revista "Quo" hace un recorrido por el legado que dejaron las culturas prehispánicas, hasta las grandes aportaciones de los investigadores mexicanos del cielo en el siglo XX.
En las últimas décadas, los avances en óptica, instrumentación y en las áreas nacidas de las astronomía, como la cosmografía y radioastronomía, impulsan hoy la creación de nuevas herramientas que permitirán enfrentar los retos del presente milenio.
En ese sentido, la astronomía mexicana cuenta con antecedentes muy sólidos respecto a la observación del firmamento que por siglos han desarrollado, y que en la época prehispánica sirvieron como guía para la agricultura.
En el Año Internacional de la Astronomía, el número más reciente de la revista "Quo" hace un recorrido por el legado que dejaron las culturas prehispánicas, hasta las grandes aportaciones de los investigadores mexicanos del cielo en el siglo XX.
Cuando los especialistas del siglo XX comenzaron a descifrar el conocimiento astronómico de las culturas prehispánicas, se asombraron por la precisión que éstas habían alcanzado, a pesar de que entonces se contaba con herramientas rudimentarias.
Se sabe, también, que para desarrollar calendarios exactos los hombres prehispánicos cultivaron la observación del cielo; entre los conocimientos que acumularon durante generaciones se cuentan el ciclo de Venus, las fases de la Luna, la posición del Sol a través de las estaciones, los eclipses y probablemente la colocación de otros planetas y grupos estelares como las pléyades.
Los resultados de sus observaciones se reflejan también en la particular orientación que dieron a sus pirámides y sitios sagrados, como Tenochtitlan, Xochicalco, Teotihuacán, Cholula, Uxmal, Copán y Palenque.
Estos, como otros sitios sagrados, tienen distribuciones precisas relacionadas con fechas y acontecimientos cósmicos significativos para los pobladores. Incluso, edificaciones como el Caracol en Chichén Itzá constituyeron verdaderos observatorios astronómicos.
El filósofo e historiador mexicano, Miguel León-Portilla, señala que aquellos pueblos dependían de la agricultura, lo que hacía imprescindible conocer los ciclos naturales.
Fue en función de los ciclos solares, añadió, que los mesoamericanos organizaron sus cómputos calendáricos, dando lugar a una compleja y admirable forma de "mitología matematizada" de un Universo vivo.
Estos avances astronómicos, que colocaron los calendarios mesoamericanos entre los más precisos del mundo, se vieron interrumpidos con la conquista en el siglo XVI, ya que los españoles y criollos basaron la astronomía en la tradición científica europea.
México. dos. europea
Los indígenas, relegados principalmente al campo, sólo guardaron ciertos conocimientos con las prácticas y calendarios agrícolas.
Entre 1680 y 1681, tras la aparición de un cometa, se registró un enfrentamiento entre el jesuita Eusebio Francisco Kino y el naturalista criollo que discutían sobre los supuestos poderes sobrenaturales de los cuerpos celestes.
Fue hasta 1769, con el registro del tránsito de Venus sobre el disco del Sol, que el entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada envió a un delegación de astrónomos a Yokohama a observar el fenómeno astronómico.
Las observaciones fueron tan exitosas, explica la publicación, que la comisión mexicana fue la primera en presentar públicamente sus resultados.
De ese hecho, se montó un observatorio provisional en la azotea de Palacio Nacional, con telescopios de cuyas observaciones realizadas por el astrónomo empírico Díaz Covarrubias se determinó la hora en el país.
Aunque el Observatorio Nacional fue creado por decreto del presidente Lerdo de Tejada en 1876, fue inaugurado hasta el 5 de mayo de 1878, cuando ya gobernaba Porfirio Díaz, en el Castillo de Chapultepec.
En ese lugar permaneció una larga temporada, en la llamada "Torre del Caballero Alto", mientras se construía su verdadera sede en Tacubaya.
Otro suceso astronómico importante en México fue su participación en el proyecto "Carta del cielo", que consistió en crear un juego de fotografías del firmamento para determinar la posición de constelaciones y estrellas que no se ven a simple vista.
Tras la Revolución Mexicana, el Observatorio de Tacubaya fue clausurado dos veces, y al volver la calma este órgano astronómico pasó a ser propiedad de la Universidad Nacional de México, que en 1929 logró su autonomía.
Por otra parte, en febrero de 1942 fue inaugurado el Observatorio de Tonantzintla, en Puebla, bajo la dirección del doctor Luis Enrique Erro, donde se realizaron investigaciones en magnitudes y espectros de la Vía Láctea, colores estelares y estudios solares que estimularon la ciencia en México.
México. tres. México
Por ahí pasaron especialistas de la talla de Carlos Graef y Guillermo Haro, este último co-descubridor de un tipo de nebulosas asociadas con estrellas recién formadas y que hoy son conocidas como Herbig-Haro, en honor también a su otro descubridor, el estadounidense George Herbig.
Actualmente, el Instituto Nacional de Astrofísica, Optica y Electrónica y la Universidad de Massachusetts trabajan en el Gran Telescopio Milimétrico, instalado en la Sierra Negra de Puebla, con el que se podrá estudiar en detalle la formación de estrellas y planetas.
También, México se asoció con España para cubrir un porcentaje del costo de construcción del Gran Telescopio de Canarias, en la isla de La Palma, inaugurado en julio pasado. México, D.F.
En ese sentido, la astronomía mexicana cuenta con antecedentes muy sólidos respecto a la observación del firmamento que por siglos han desarrollado, y que en la época prehispánica sirvieron como guía para la agricultura.
En el Año Internacional de la Astronomía, el número más reciente de la revista "Quo" hace un recorrido por el legado que dejaron las culturas prehispánicas, hasta las grandes aportaciones de los investigadores mexicanos del cielo en el siglo XX.
Cuando los especialistas del siglo XX comenzaron a descifrar el conocimiento astronómico de las culturas prehispánicas, se asombraron por la precisión que éstas habían alcanzado, a pesar de que entonces se contaba con herramientas rudimentarias.
Se sabe, también, que para desarrollar calendarios exactos los hombres prehispánicos cultivaron la observación del cielo; entre los conocimientos que acumularon durante generaciones se cuentan el ciclo de Venus, las fases de la Luna, la posición del Sol a través de las estaciones, los eclipses y probablemente la colocación de otros planetas y grupos estelares como las pléyades.
Los resultados de sus observaciones se reflejan también en la particular orientación que dieron a sus pirámides y sitios sagrados, como Tenochtitlan, Xochicalco, Teotihuacán, Cholula, Uxmal, Copán y Palenque.
Estos, como otros sitios sagrados, tienen distribuciones precisas relacionadas con fechas y acontecimientos cósmicos significativos para los pobladores. Incluso, edificaciones como el Caracol en Chichén Itzá constituyeron verdaderos observatorios astronómicos.
El filósofo e historiador mexicano, Miguel León-Portilla, señala que aquellos pueblos dependían de la agricultura, lo que hacía imprescindible conocer los ciclos naturales.
Fue en función de los ciclos solares, añadió, que los mesoamericanos organizaron sus cómputos calendáricos, dando lugar a una compleja y admirable forma de "mitología matematizada" de un Universo vivo.
Estos avances astronómicos, que colocaron los calendarios mesoamericanos entre los más precisos del mundo, se vieron interrumpidos con la conquista en el siglo XVI, ya que los españoles y criollos basaron la astronomía en la tradición científica europea.
México. dos. europea
Los indígenas, relegados principalmente al campo, sólo guardaron ciertos conocimientos con las prácticas y calendarios agrícolas.
Entre 1680 y 1681, tras la aparición de un cometa, se registró un enfrentamiento entre el jesuita Eusebio Francisco Kino y el naturalista criollo que discutían sobre los supuestos poderes sobrenaturales de los cuerpos celestes.
Fue hasta 1769, con el registro del tránsito de Venus sobre el disco del Sol, que el entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada envió a un delegación de astrónomos a Yokohama a observar el fenómeno astronómico.
Las observaciones fueron tan exitosas, explica la publicación, que la comisión mexicana fue la primera en presentar públicamente sus resultados.
De ese hecho, se montó un observatorio provisional en la azotea de Palacio Nacional, con telescopios de cuyas observaciones realizadas por el astrónomo empírico Díaz Covarrubias se determinó la hora en el país.
Aunque el Observatorio Nacional fue creado por decreto del presidente Lerdo de Tejada en 1876, fue inaugurado hasta el 5 de mayo de 1878, cuando ya gobernaba Porfirio Díaz, en el Castillo de Chapultepec.
En ese lugar permaneció una larga temporada, en la llamada "Torre del Caballero Alto", mientras se construía su verdadera sede en Tacubaya.
Otro suceso astronómico importante en México fue su participación en el proyecto "Carta del cielo", que consistió en crear un juego de fotografías del firmamento para determinar la posición de constelaciones y estrellas que no se ven a simple vista.
Tras la Revolución Mexicana, el Observatorio de Tacubaya fue clausurado dos veces, y al volver la calma este órgano astronómico pasó a ser propiedad de la Universidad Nacional de México, que en 1929 logró su autonomía.
Por otra parte, en febrero de 1942 fue inaugurado el Observatorio de Tonantzintla, en Puebla, bajo la dirección del doctor Luis Enrique Erro, donde se realizaron investigaciones en magnitudes y espectros de la Vía Láctea, colores estelares y estudios solares que estimularon la ciencia en México.
México. tres. México
Por ahí pasaron especialistas de la talla de Carlos Graef y Guillermo Haro, este último co-descubridor de un tipo de nebulosas asociadas con estrellas recién formadas y que hoy son conocidas como Herbig-Haro, en honor también a su otro descubridor, el estadounidense George Herbig.
Actualmente, el Instituto Nacional de Astrofísica, Optica y Electrónica y la Universidad de Massachusetts trabajan en el Gran Telescopio Milimétrico, instalado en la Sierra Negra de Puebla, con el que se podrá estudiar en detalle la formación de estrellas y planetas.
También, México se asoció con España para cubrir un porcentaje del costo de construcción del Gran Telescopio de Canarias, en la isla de La Palma, inaugurado en julio pasado. México, D.F.
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