El pródromo es el paso previo a la psicosis. Los investigadores buscan en estudios de ADN y hormonas el diagnóstico de futuras psicosis
En la escuela secundaria se mostraba sociable y feliz. Pero al llegar a la universidad cambió bruscamente: deprimida y retraída, algunos días no quería levantarse de la cama.Pero eso no era todo. ''Tenía pensamientos realmente extraños'', recordó la mujer, hoy de 21 años, quien pidió que no se usara su nombre. Mientras caminaba por los predios de la Universidad del Sur de Maine, ''a veces sentía como si hubiera gente detrás de mí a punto de saltarme encima o algo parecido''. Sabía que no era cierto, pero no podía despojarse de esa sensación.A veces, cuando manejaba, veía gente imaginaria y fantasmagórica en la acera. Y de vez en cuando, como surgiendo de la nada, oía la voz de una mujer que le susurraba en el oído durante las clases, o ruidos ligeros al alzar como golpeteos o el burbujeo chispeante de una lata de gaseosa que se abre.Cuando visitó el servicio de salud de la universidad y dijo que se sentía deprimida, una enfermera especializada detectó otro problema: un posible caso de esquizofrenia en cierne.Este ''pródromo'' de la esquizofrenia -el malestar que precede a una enfermedad, o sus primeros indicios- involucra un estado mental atribulado hallado generalmente en adolescentes y adultos jóvenes.Puede conducir a la psicosis, la pérdida de contacto con la realidad que caracteriza no sólo la esquizofrenia, sino también algunas formas de depresión o maníaco-depresivas. El pródromo puede prolongarse durante semanas, o acaso años, antes de dar paso a la psicosis. O a veces desaparece misteriosamente sin dejar rastros.Los investigadores conocen esta fase de advertencia desde hace décadas, pero todavía siguen buscando cómo tratarla. Ahora están apelando a herramientas como escaneo cerebral, estudios de ADN y hormonas para escudriñar su biología. Esperan que esos estudios revelen nuevos modos de detectar quién va camino de la psicosis y cómo detener esa progresión.En la etapa del pródromo, la gente puede ver y oír cosas imaginarias o tener pensamientos extravagantes. Pero comprenden que estas experiencias son meras ilusiones, o al menos esgrimen una explicación razonable.Por contraste, los pacientes de psicosis se aferran en cambio a explicaciones irrazonables. Cuando alguien interpreta un halo luminoso en la puerta del dormitorio como un mensaje urgente de un familiar fallecido, ''es allí cuando han traspuesto al lado psicótico'', afirmó el doctor Thomas McGlashan, un profesor de siquiatría de la Universidad de Yale.Algunos indicios iniciales del pródromo son sutiles. ''A veces los niños dicen que la luz parece diferente'' y las ventanas demasiado brillantes, observó Anne Lovegren Conley, la enfermera familiar especializada en la universidad que detectó aparentes síntomas prodromales en la estudiante.Eso puede indicar ''que no se trata de la depresión o estrés típicos'', dijo Conley. ''Aquí hay algo más''.Después de oír la historia de la estudiante, Conley la puso en contacto con el programa de Identificación y Asignación Temprana de Portland (PIER), una de una veintena de clínicas en Estados Unidos que se concentran en el tratamiento de casos de pródromos. PIER ha entrenado a Conley y otros miles de enfermeros y consejeros escolares, pediatras y otras personas en Portland y alrededores para detectar el problema.PIER se concentra en terapia sin fármacos para sus pacientes, de 12 a 25 años, aunque tres cuartas partes de ellos toman medicamentos antisicóticos.El régimen de tratamiento incluye reuniones de grupo en las que los pacientes y sus familiares discuten cómo hacer frente a los problemas cotidianos causados por su malestar. También se concentra en hacer que los pacientes sigan sus estudios y estén en contacto con familiares y redes sociales.Con una subvención de la Fundación Robert Wood Johnson, el enfoque de PIER es probado también en California, Oregón, Michigan y Nueva York.Aun antes del comienzo del tratamiento, el encuentro del paciente con alguien que lo comprenda puede ser dramático. McGlashan recuerda que una muchacha en la clínica de Yale estalló en llanto cuando se le preguntó sobre sus síntomas. ''Pensé que yo era la única persona en el mundo que tenía estas experiencias'', dijo.O, cuando se les pregunta si sienten como que la televisión estuviese hablándoles a ellos personalmente, algunos pacientes jóvenes responden ''¿Cómo lo sabe?'', contó.El estudio del pródromo de la esquizofrenia ha sido difícil para el reducido pero creciente grupo de investigadores en ese terreno debido a que esa dolencia es relativamente poco común. Típicamente una comunidad tiene un caso nuevo por cada 10 mil personas cada año, y sólo una fracción de ellos termina en un estudio de investigación.Un proyecto con financiación federal comenzó este año para detectar las señales biológicas que ayuden a identificar a las personas que marchan hacia la psicosis. Ya hay claras evidencias, por ejemplo, que combinar un escáner cerebral con una entrevista estandarizada puede ser de gran ayuda, dijo Tyrone Cannon, de la Universidad de California en Los Angeles.Dicha investigación podría señalar el camino de mejores tratamientos al exponer las raíces biológicas de la psicosis, explicó Cannon, el principal investigador del proyecto que se lleva a cabo en varios centros médicos.Las dosis bajas de antisicóticos reducen los síntomas. Pero no está claro si pueden ayudar a prevenir la psicosis. Por otra parte los investigadores consideran promisorios los tratamientos psicosociales, como los destinados a ayudar a los pacientes a controlar su estrés o comprender e interpretar sus síntomas.Por cierto, mantener los contactos sociales podría ayudarles a controlar el pródromo. ''Si uno debilita su vida social, hace más fácil que se alucine el cerebro y desarrolle ideas extrañas''.El programa PIER, que comenzó hace ocho años, todavía no ha publicado los resultados detallados sobre su efectividad. Pero en Portland, el doctor William McFarlane, su director, dice que ''vemos todos los días chicos que mejoran''.Uno de ellos era la estudiante universitaria que remitió Conley. Con la ayuda de asesoría individual, antidepresivos y un fármaco para la esquizofrenia, ''gradualmente me fui abriendo a la gente'', dijo la joven.Empezó a jugar tenis, se incorporó a una fraternidad estudiantil y empezó a concurrir al gimnasio universitario. Ya no se siente triste todo el tiempo. Y ha dejado de oír y ver cosas inexistentes. Portland, EU/AP (El Universal)
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