Un estudio indica que el significado negativo respecto a la hormona obedece a razones culturales y no a su efecto biológico, que en realidad equilibra al humano
culpable" de la agresividad de los hombres, pero un estudio científico de la Universidad de Zúrich en Suiza cuestiona ahora este extremo y considera más decisivo el entorno social.
La investigación, publicada por la revista Nature, indica que la testosterona "induce al comportamiento antisocial en los seres humanos, pero más a causa de nuestros propios prejuicios sobre sus efectos que a causa de un actividad biológica real".
De hecho, señala el equipo dirigido por el profesor Ernst Fehr, "el efecto es más bien el contrario: la testosterona incrementa la capacidad de discernir con equidad y con justicia".
Está ampliamente documentada la capacidad de las hormonas para modular las relaciones sociales entre los animales y la creencia generalizada hasta ahora es que la testosterona provoca agresividad en los animales, aunque con ciertas dudas en el caso de los hombres.
La testosterona es una hormona androgénica producida por los testículos y, por lo tanto, característica del género masculino, cuya configuración física y muscular está condicionada por ella.
Las mujeres producen una cantidad mucho menor de esta hormona, que cumple también importantes funciones en la regulación de aspectos como su humor, apetito sexual y sensación de bienestar.
El equipo de la Universidad de Zúrich realizó un experimento para tratar de llegar a un resultado concluyente sobre su influencia.
La prueba consistió en dividir a varias mujeres en dos grupos: a las que se suministraba una dosis de testosterona y a las que se suministraba un placebo, sin que supieran que estaban recibiendo.
Se comprobó que en líneas generales aquellas que recibieron testosterona se comportaban con un mayor nivel de equilibrio, tenían menos conflictos y se desenvolvían mejor en un ambiente social.
Sin embargo, las mujeres que pensaban que se habían incrementado los niveles de testosterona en su organismo, fuera así o no, mostraron un comportamiento más conflictivo que aquellas que pensaban que habían recibido el placebo, fuera cierto o no.
Esto indica, según los autores del estudio, que "la connotación negativa y antisocial que implica el aumento de los niveles de testosterona parece ser lo suficientemente fuerte para provocar un comportamiento social negativo, incluso cuando el resultado biológico es realmente el contrario".
Londres, Inglaterra
culpable" de la agresividad de los hombres, pero un estudio científico de la Universidad de Zúrich en Suiza cuestiona ahora este extremo y considera más decisivo el entorno social.
La investigación, publicada por la revista Nature, indica que la testosterona "induce al comportamiento antisocial en los seres humanos, pero más a causa de nuestros propios prejuicios sobre sus efectos que a causa de un actividad biológica real".
De hecho, señala el equipo dirigido por el profesor Ernst Fehr, "el efecto es más bien el contrario: la testosterona incrementa la capacidad de discernir con equidad y con justicia".
Está ampliamente documentada la capacidad de las hormonas para modular las relaciones sociales entre los animales y la creencia generalizada hasta ahora es que la testosterona provoca agresividad en los animales, aunque con ciertas dudas en el caso de los hombres.
La testosterona es una hormona androgénica producida por los testículos y, por lo tanto, característica del género masculino, cuya configuración física y muscular está condicionada por ella.
Las mujeres producen una cantidad mucho menor de esta hormona, que cumple también importantes funciones en la regulación de aspectos como su humor, apetito sexual y sensación de bienestar.
El equipo de la Universidad de Zúrich realizó un experimento para tratar de llegar a un resultado concluyente sobre su influencia.
La prueba consistió en dividir a varias mujeres en dos grupos: a las que se suministraba una dosis de testosterona y a las que se suministraba un placebo, sin que supieran que estaban recibiendo.
Se comprobó que en líneas generales aquellas que recibieron testosterona se comportaban con un mayor nivel de equilibrio, tenían menos conflictos y se desenvolvían mejor en un ambiente social.
Sin embargo, las mujeres que pensaban que se habían incrementado los niveles de testosterona en su organismo, fuera así o no, mostraron un comportamiento más conflictivo que aquellas que pensaban que habían recibido el placebo, fuera cierto o no.
Esto indica, según los autores del estudio, que "la connotación negativa y antisocial que implica el aumento de los niveles de testosterona parece ser lo suficientemente fuerte para provocar un comportamiento social negativo, incluso cuando el resultado biológico es realmente el contrario".
Londres, Inglaterra
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