La carne fermentada es "carne" elaborada a partir del cultivo en el laboratorio de células madre o de músculo de animales como pollos, cerdos o corderos. Esta alternativa, uno de los 50 inventos del año según la revista Time en 2009, sería "más sana y menos contaminante" y tendría las mismas proteínas que la carne normal, según sus defensores.
La producción en laboratorios de carne sin necesidad de matar animales se aleja de la ciencia ficción y podría poner en menos de diez años una hamburguesa "verde" sobre el plato.
La carne fermentada es "carne" elaborada a partir del cultivo en el laboratorio de células madre o de músculo de animales como pollos, cerdos o corderos.
Esta alternativa, uno de los 50 inventos del año según la revista Time en 2009, sería "más sana y menos contaminante" y tendría las mismas proteínas que la carne normal, según sus defensores.
Se podría incluso controlar su producción para evitar enfermedades como el mal de las vacas locas o la gripe A, e incluso obtener carne "light".
"Y hasta podemos hacer hamburguesas que prevengan los ataques al corazón", aseguró Jason Matheny, director de New Harvest, una organización sin ánimo de lucro que une los esfuerzos de científicos de todo el mundo en este campo.
Para convencer a los que desconfían de una comida alejada de los prados o las granjas, y con "ganaderos" de bata blanca, argumenta que "la mayor parte de lo que comemos viene del laboratorio, todo está procesado", como la leche, el queso o los "nuggets".
Sobre la posibilidad de que estas prácticas experimentales puedan tener efectos inesperados para la salud humana, respondió: "No somos conscientes de ningún riesgo".
La idea de carne sin el coste de las vidas de seres vivos es una aspiración que va más allá de las reivindicaciones de los defensores de los animales.
Este invento podría ser una solución a la insostenibilidad de un planeta con un ganado que devasta el Amazonas y aumenta el calentamiento global, como alertó el informe de Naciones Unidas "La larga sombra del ganado".
La fórmula secreta está en una especie de sopa "biomédica" compuesta de nutrientes procedentes de sangre animal y microorganismos, donde se coloca una célula que podría teóricamente alimentar a toda la población mundial durante un año.
Por el momento, el resultado son sólo unas pequeñas tiras de carne de cerdo de un centímetro de largo que pueden ser estiradas y a las que se puede añadir proteínas.
Si la tecnología continúa avanzando, "de cinco a diez años", estimó Matheny, esas tiras podrían producir sustitutivos de carne a gran escala con dureza suficiente como para hincarle el diente y confundir su sabor con el de una chuleta "tradicional".
El alto coste de estos procesos es, según el científico, el único obstáculo a la comercialización del producto.
"Necesitamos sistemas automatizados más eficientes que no requieran el trabajo de personas y encontrar ingredientes más baratos porque los de ahora proceden de la investigación biomédica", explicó.
En Estados Unidos, la NASA entró en el camino de esta investigación en 2001 para mejorar la dieta de los astronautas, pero su largo y caro desarrollo acabó con los fondos y dejó el espacio exterior con un comedor vegetariano.
Desde entonces, el Gobierno holandés es el que más ha invertido en esta carrera, unos cinco millones de dólares, y le siguen centros de investigación en Estados Unidos, Japón, Australia y en los países escandinavos.
Según el director de New Harvest, grandes compañías de biotecnología invierten en esta investigación en Estados Unidos, aunque no pudo desvelar sus nombres.
En el país de las hamburguesas, estos avances podrían añadir una nueva línea de producto al mercado de la industria dirigida al consumidor vegetariano.
Este sector ocupa cada vez más espacio en los estantes de los supermercados estadounidenses, donde los envoltorios de nuevos productos sin rastro animal muestran costillas a la barbacoa y hamburguesas hechas de tofu o soja.
Pero la revolución alimentaria de la carne fermentada sería un paso más, aunque aún demasiado caro.
Y es que conseguir hoy una hamburguesa de laboratorio valdría un millón de dólares, estiman los expertos.
La producción en laboratorios de carne sin necesidad de matar animales se aleja de la ciencia ficción y podría poner en menos de diez años una hamburguesa "verde" sobre el plato.
La carne fermentada es "carne" elaborada a partir del cultivo en el laboratorio de células madre o de músculo de animales como pollos, cerdos o corderos.
Esta alternativa, uno de los 50 inventos del año según la revista Time en 2009, sería "más sana y menos contaminante" y tendría las mismas proteínas que la carne normal, según sus defensores.
Se podría incluso controlar su producción para evitar enfermedades como el mal de las vacas locas o la gripe A, e incluso obtener carne "light".
"Y hasta podemos hacer hamburguesas que prevengan los ataques al corazón", aseguró Jason Matheny, director de New Harvest, una organización sin ánimo de lucro que une los esfuerzos de científicos de todo el mundo en este campo.
Para convencer a los que desconfían de una comida alejada de los prados o las granjas, y con "ganaderos" de bata blanca, argumenta que "la mayor parte de lo que comemos viene del laboratorio, todo está procesado", como la leche, el queso o los "nuggets".
Sobre la posibilidad de que estas prácticas experimentales puedan tener efectos inesperados para la salud humana, respondió: "No somos conscientes de ningún riesgo".
La idea de carne sin el coste de las vidas de seres vivos es una aspiración que va más allá de las reivindicaciones de los defensores de los animales.
Este invento podría ser una solución a la insostenibilidad de un planeta con un ganado que devasta el Amazonas y aumenta el calentamiento global, como alertó el informe de Naciones Unidas "La larga sombra del ganado".
La fórmula secreta está en una especie de sopa "biomédica" compuesta de nutrientes procedentes de sangre animal y microorganismos, donde se coloca una célula que podría teóricamente alimentar a toda la población mundial durante un año.
Por el momento, el resultado son sólo unas pequeñas tiras de carne de cerdo de un centímetro de largo que pueden ser estiradas y a las que se puede añadir proteínas.
Si la tecnología continúa avanzando, "de cinco a diez años", estimó Matheny, esas tiras podrían producir sustitutivos de carne a gran escala con dureza suficiente como para hincarle el diente y confundir su sabor con el de una chuleta "tradicional".
El alto coste de estos procesos es, según el científico, el único obstáculo a la comercialización del producto.
"Necesitamos sistemas automatizados más eficientes que no requieran el trabajo de personas y encontrar ingredientes más baratos porque los de ahora proceden de la investigación biomédica", explicó.
En Estados Unidos, la NASA entró en el camino de esta investigación en 2001 para mejorar la dieta de los astronautas, pero su largo y caro desarrollo acabó con los fondos y dejó el espacio exterior con un comedor vegetariano.
Desde entonces, el Gobierno holandés es el que más ha invertido en esta carrera, unos cinco millones de dólares, y le siguen centros de investigación en Estados Unidos, Japón, Australia y en los países escandinavos.
Según el director de New Harvest, grandes compañías de biotecnología invierten en esta investigación en Estados Unidos, aunque no pudo desvelar sus nombres.
En el país de las hamburguesas, estos avances podrían añadir una nueva línea de producto al mercado de la industria dirigida al consumidor vegetariano.
Este sector ocupa cada vez más espacio en los estantes de los supermercados estadounidenses, donde los envoltorios de nuevos productos sin rastro animal muestran costillas a la barbacoa y hamburguesas hechas de tofu o soja.
Pero la revolución alimentaria de la carne fermentada sería un paso más, aunque aún demasiado caro.
Y es que conseguir hoy una hamburguesa de laboratorio valdría un millón de dólares, estiman los expertos.
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